miércoles, 2 de noviembre de 2011

LUCRECIA BORGIA, El veneno de una estirpe


Nació en Roma el 18 de abril de 1480, era la tercera de cuatro hermanos fruto de la relación entre el valenciano Rodrigo de Borja  -futuro pontífice Alejandro VI-  y su amante Vanozza Catanei. El apellido español Borja se italianizó en el de Borgia, una palabra que hizo temblar a muchos sólo con oírla pronunciar y cuyos principales exponentes fueron el propio cabeza de familia y su maquiavélico hijo César.
La pequeña Lucrecia recibió la mejor educación posible, sobresalió en algunas disciplinas, tales como danza, música, declamación y pintura; además, fueron cuatro las lengua que llegó a dominar perfectamente. La preparación académica que estaba completando la muchacha complacía a su padre, quien, en la idea de aprovechar la belleza de su hija, pronto arregló una ventajosa boda con un noble valenciano, Condes de Oliva.
En 1490 era desposada por poderes con el primogénito de los nobles; sin embargo, un año más tarde el matrimonio fue disuelto, tras ser nombrado Papa en 1492, el flamante Alejandro VI. Éste buscó fortalecer una alianza con el norte italiano, siempre bajo la amenaza de una invasión francesa. La frágil Lucrecia fue elegida paraq la confirmación del pacto. En esta ocasión se casó con Giovnni Sforza, sobrino del poderoso Ludovico el Moro. La boda se celebró en 1493 y durante los siguientes cuatro años poco más aconteció en la vida de la joven, salvo que no terminaba de quedarse embarazada, asunto que despertó las sospechas de muchos, hasta que finalmente el propio Papa deshizo aquella unión. Un despechado Giovanni llegó a afirmar que Alejandro VI quería a su hija para su exclusivo disfrute personal.
En esta época trasciende uno de los sucesos más extraños que rodearon la vida de Lucrecia . Enojada por la actitud de sus familiares se refugió en un convento, dispuesta a no salir más. Sin embargo, al poco tiempo se la pudo ver cuidando de un bebé que levantó las suspicacias de propios y ajenos. Ante los rumores sobre la procedencia del niño, el Papa elaboró un texto donde se decía que el pequeño era hijo de César y de una desconocida. Como esto no debió convencer lo suficiente, el pontífice promulgó un nuevo documento donde se aclaraba que el hijo de César se había transformado en propio, aunque mantenía el origen desconocido de la madre. Esto fue suficiente para que los enemigos de los Borgia difundieran que aquella criatura, conocida como "el infante romano", era fruto de una relacioón incestuosa entre el Papa y su hija.
Lucrecia fue usada una vez más para los fines de su padre, y así llegó un nuevo matrimonio. En esta ocasión la víctima fue Alfonso de Aragón, príncipe de Bisceglie, hijo natural de Alfonso II rey de Nápoles; según algunos investigadores, el aragonés fue el verdadero amor de la romana. Meses más tarde, anunciaban un embarazo del que naciera Rodrigo, un niño muy querido.
Las cosas parecían venir de cara para la reciente mamá de apenas veinte años; sin embargo, la política volvió a trastocar su vida. En 1500 César Borgia se aliaba definitivamente con el rey francés Luis XII. Como es obvio, dejó de interesarle que su hermana siguiera unida a los napolitanos y organizó la ejecución de su cuñado. Viuda y desolada., Lucrecia se encontraba con el alma encogida por la tristeza y con el cuerpo cautivo de los caprichos de su familia. Su vida se había convertido en una relación amor-odio con su hermano y padre. A lo largo de su breve existencia había tenido que aprender el sentido de la familia en un periodo convulso para Italia, en el que los lazos de sangre eraqn esenciales en la defensa del patrimonio adquirido. Los Borgia no eran diferentes de los Malatesta, Médici, Sforza... Sus actuaciones hoy en día constituirían motivo de delitos flagrantes perseguidos por la justicia. En cambio, en los siglos XV y XVI sus maquinaciones estaban incluidas en los códigos de conducta que practicaban las familias nobles italianas, precursoras de los actuales clanes mafiosos.
Ella no pudo, ni supo controlar la manipulación miserable que se estaba haciendo con su persona; consciente de su papel, consintió en todo, dejándose hacer por unos y por otros.
Por fortuna, el sosiego la visitó con su cuarto matrimonio: el candidato elegido fue Alfonso de Este, hijo del duque Hércules, señor de Ferrara, una tranquila ciudad donde se protegía a numerosos artistas e intelectuales del momento. El mecenazgo de la romana fue tan generoso y dulce que todos compusieron obras para ella influidos por su belleza, elegancia y buen gusto. En esos años de regocijo tuvo múltiples partos, de los que sobrevivieron cuatro hijos.
El 21 de junio de 1519 moría a consecuencia de un complicado alumbramiento: tenía treinta y nueve años de edad. Con ella se fue la memoria de los Borgia, pero no pudo evitar el incremento de su terrible leyenda, envenenada por biógrafos maldítos y autores desprovistos de rigurosidad histórica.



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Juan Antonio Cebrián

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